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  4. Las revoluciones árabes y la democracia
 

Las revoluciones árabes y la democracia

Cuántas veces hemos repetido hasta la saciedad que las sociedades árabes son un aglomerado de gente que no tiene una perspectiva política y/ o ideológica que le mueve. Un pueblo que respeta la sentencia del destino y la acepta con una facilidad que le tranquiliza y le aleja de cualquier dramatismo o resistencia que le genere conflictos con el otro. La historia moderna y contemporánea de los países árabes es la historia del colonialismo y de las dictaduras afines. El aire de las experiencias democráticas que se han dado en todo el mundo, no ha soplado por  ningún país árabe. Con el paso de los años y la falta de iniciativas por parte de la clase dirigente en este principio de milenio, aumentó la tensión entre el pueblo y los regímenes que gobiernan con mano de hierro desde hace más de medio siglo, abusando de sus pueblos hasta desnudarles de su propia dignidad. Nos hemos equivocado, -me equivoqué- al valorar negativamente la capacidad de reacción de estos pueblos que tuvieron que verse ahogados para levantar su voz contra el tirano y decirle Basta: El pueblo quiere cambiar el régimen. To people want to overthrow the regim. Una frase mágica que va viajando de un país a otro cosechando los frutos esperados y ansiados por millones de almas que viven entre el Atlántico y el golfo pérsico.
Las revoluciones árabes o lo que llaman la primavera árabe, son una respuesta a un abuso que ha durado varias generaciones. Un abuso tolerado y bendecido por las potencias internacionales que nunca han puesto encima de la mesa los asuntos de derechos humanos o la democratización en las sociedades árabes. Nunca se ha criticado a Mubarak o a Zineddin Al Abidine o Ali Abdallan Salah, o al extravagante y cínico coronel Gaddafi que, acompañado de su jaima y su harén, acampaba en todas las grandes capitales europeas. La hipocresía de la diplomacia europea y estadounidense respecto a los pueblos árabes no deja indiferente a nadie en la clase intelectual. En Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Mozambique o en China por citar unos ejemplos, la diplomacia  de Washington y de Bruselas ha marcado siempre la distancia con los regímenes de dichos países y en todas sus agendas, han sacado el asunto de los derechos humanos y de la democracia antes de empezar cualquier negociación, cosa que nunca han hecho con los países árabes que viven bajo dictaduras obsolutas en todo el mundo. En Arabia Saudí como en Argelia por ejemplo, por citar dos regímenes dispares en sus perspectivas ideológicas pero iguales en cuanto a sus sistemas de opresión antidemocráticos, el pulpo de la familia Saudí frente al ogro de la junta militar argelina que ha llevado al país norteafricano a la deriva pese a la riqueza que alberga su territorio en materia prima, petróleo y gas sobre todo.

Las revoluciones y la identidad árabe

Una de las revelaciones del despertar del pueblo árabe, además de su dimensión universal por las peticiones legítimas de libertad y de democracia, es la cohesión de la identidad árabe, que parece haberse perdido en los últimos treinta años por los conflictos personales entre sus dirigentes. La Umma, o nación árabe, el panarabismo de Nasser y del rey Faisal, se vio esfumado con el paso del tiempo y la aparición de focos y tensiones entre países. Argelia y Marruecos no han logrado aún cerrar una página de insensatez y de egoísmo; Siria y sus vecinos del Golfo viven de espaldas y se culpan mutuamente de la división que existe en el seno de la Liga árabe. Libia, parece querer resolver todos los problemas del mundo con las teorías salvadoras del coronel frustrado, olvidándose de los suyos propios. Egipto, perdió su liderazgo y se estancó en la pobreza con sus 80 millones de almas pidiendo socorro y no supo remar en ningún lado, sobre todo teniendo una clase política como la de Mubarak y su grupo corrupto. Total, un mundo árabe políticamente roto, económicamente podrido por la corrupción, la malversación, el tráfico de influencias, un mundo rico pero sufriendo las consecuencias de los mercados y de su mala gestión. 
En este ambiente de caos político y económico, con las fronteras cerradas y con poca interacción económica entre los países, los pueblos árabes han perdido la confianza en si mismos, en su capacidad de regenerarse como nación autosuficiente que no necesita a nadie para convertirse en algo grande. El autoestima del pueblo árabe estuvo por los suelos y la clase intelectual no ha podido levantar el ánimo de una generación que no entiende cómo hay países en el planeta tierra con mucho menos recursos y que gozan de un bienestar y una libertad envidiables. Un ambiente de frustración que reina en cada país. Buscar soluciones en Europa y en Estados Unidos como remedios para una supervivencia momentánea. El árabe llega a tener vergüenza de pertenecer a una nación que tuvo sus momentos de gloria en la historia universal. Ser árabe llegó a ser símbolo de atraso, de tercermundismo, de suciedad, de terrorismo y de tráfico de drogas, de corrupción, de sumisión a la humillación y como no, de personas sin dignidad. Estos calificativos ha calado entre la gente y lo más peligroso del asunto, llega al extremo de que un marroquí, no quiere ser egipcio y un saudí niega compartir nada con un argelino o con su vecino yemení etc…
Frente a esta degradación del yo, surgió un sentimiento de rechazo sutil a todo lo que es tuyo, o por lo menos esconderlo en presencia del otro. Un sentimiento de rechazo de su propia identidad por parte de los pueblos que la componen, llega a ser cuasi generalizado en los últimos tiempos.
La aparición del canal panárabe Al Jazeera, y su capacidad de calar en todas las casas árabes, ha abierto otra página en la relación entre los pueblos árabes. El canal, desde Qatar, emite programas e informaciones de cualquier punto del mundo árabe, con un idioma común entre todos, -el árabe culto- empieza a coser las heridas que han estado sangrando durante décadas. Se sumaron otros canales árabes que han marcado una época importante en el acercamiento y el reconocimiento entre los distintos pueblos de la nación árabe.
Con las revoluciones árabes hemos descubierto que la identidad árabe ha estado agonizando pero, en ningún momento, ha muerto, ni mucho menos ha sido enterrada. El acontecimiento del joven Bouazizi en Túnez y su sacrificio para encender la llama de la revolución, para luego propagarse por todos los países árabes uno tras otro, ha sido el mejor testimonio de que la sensibilidad árabe sigue viva, que los problemas y las inquietudes de sus jóvenes son las mismas y, sobre todo, que los pueblos pueden llegar a tener un proyecto común liderado por la voz de sus ciudadanos.
Es curioso como la llama de la revolución no ha traspasado las fronteras árabes, aún cuando en las fronteras del sur del Magreb viven situaciones mucho más graves que las de los países árabes. La llama no saltó hacia los países asiáticos ni hacia los latinoamericanos, ni tampoco a los países ex-comunistas, ¿por qué esta llama no traspasaba las fronteras árabes?  Porque esta llama es una llama exclusiva para los árabes, una llama que toca su sensibilidad, su identidad y su orgullo. Los pueblos árabes sufren por los sufrimientos de los libios, familias enteras duermen con el canal Al Jazeera puesto para saber de las últimas novedades en Bengazi o en Sanaa. Los tunecinos no han sentido desbordados por la avalancha de los refugiados que han llegado a su tierra, al contrario, todo el mundo se ha volcado para ayudar a las personas refugiadas y ofrecerles una estancia cómoda. Los egipcios que han llegado a Ras Jedir, en Túnez, han reconocido que nunca han pensado que los tunecinos les van a tratar de la manera que les han tratado, demasiado bien para lo que saben ellos de Túnez. Más de cien mil refugiados en un país pobre y nadie ha levantado el grito al cielo, ni habló de avalanchas humanas ni pidió ayuda a nadie. Un ejemplo de civismo por parte de la ciudadanía tunecina y un argumento para afirmar que la identidad árabe existe, más allá de la complejidad de los sistemas de gobierno en la zona. Quince mil refugiados llegaron desde Túnez y Libia a la isla italiana de la XXXXXXX y nadie pudo aguantar tal número que llegó a tambalear las fronteras europeas. Francia amenaza junto con otros países con volver a cerrar las fronteras del espacio Shenguen. ¿Por qué Italia no soporta ni la décima parte de lo que soportan los tunecinos en su territorio? Es muy sencillo, porque ni Italia ni los italianos se sienten identificados con el sufrimiento de los libios, los italianos no han mostrado ninguna sensibilidad por el dolor de sus vecinos del sur. Quince mil refugiados en el territorio de la octava potencia económica mundial, país del G8, además que es uno de los grandes beneficiados tanto en Libia como en Túnez por sus cercanía geográfica y su historia colonial en Libia. 
Cuántas veces, entonces,  hemos de contemplar la luna llena para ver la verdad, quizá tres, quizá mil, o quizá ninguna………………. Paules Bowles.




Una revolución distinta
 

Las revoluciones se hacen por algo. Las grandes revoluciones del siglo XX, eran revoluciones ideológicas o doctrinales. Allí está la revolución bolchevique de 1918 donde las teorías marxistas movían las masas para sublevarse contra el zar. Una revolución que reivindica una justicia social y toma como marco ideológico las teorías marxistas llevadas por Lenin a lo más alto de la política, para crear así un nuevo frente que compita con el liberalismo económico de principios de siglo. Jomeini, en 1978, dirige una revolución contra el Sha de Irán, bajo la doctrina religiosa, el libro sagrado, el Corán como referencia para gobernar y lograr la justicia social deseada por millones de iraníes que salieron a las calles desafiando toda la artillería pesada del Sha. El Capital de Carl Marx y el Corán como referencias ideológicas o doctrinales junto con dos líderes carismáticos son la clave para el triunfo de dichas revoluciones. El líder es una pieza clave en el triunfo o el fracaso de todas las revoluciones que hemos visto, al menos, en nuestra historia moderna y contemporánea
La revolución árabe rompe con esta tendencia, es algo nuevo. Una revolución que nos sorprende, no solo por la magnitud de los logros que está cosechando, sino, sobre todo por las novedades que la caracterizan. Es la primera revolución sin marco ideológico o doctrinal que la mueve, los jóvenes salen sin adoctrinamiento ni pertenencia a ninguna tendencia. Lo único que les mueve es su inquietud por una situación cada vez más hostil a sus necesidades y aspiraciones. A estos jóvenes, se han sumado personas de todas las esferas sociales y de todas las edades. Hasta el momento, todos los movimientos de protesta árabes niegan pertenecer a ningún partido político o tendencia religiosa. Aunque, los regímenes han intentado colocarles la etiqueta de islamistas, pronto se ha descubierto que nada de esto es verdad, y que las marchas millonarias de protesta están libres de pertenencia a ninguna tendencia religiosa o ideológica. A esto hay que añadirle la falta de un líder que lidera estas protestas. Tanto en Túnez y en Egipto antes, como en Yemen o Siria ahora, se echa de menos a la figura del líder. Las revoluciones están dirigidas por un comité organizado en plenas manifestaciones, un grupo de jóvenes que se organizan para hacer de portavoces y de mediadores con las autoridades y con los medios de comunicación. En la Plaza Tahrir, se llegó a formar el grupo que llevaba las conversaciones con el Consejo militar unos días antes de la caída de Mubarak. En Yemen, están imitando los pasos de sus hermanos egipcios y han construido un comité de jóvenes que lleva las riendas de las conversaciones con el régimen y con la oposición. Faltan las dos piezas fundamentales pero las revoluciones siguen adelante, siguen cosechando frutos y quizá están marcando tendencia para las generaciones futuras que se sienten insatisfechas con el sistema.

Una revolución de la era digital

La primavera árabe surge en un momento en el que la sociedad de la información y la era digital han tomado las riendas de la evolución humana. Las personas están sabiendo aprovechar de los medios a su alcance para mover las masas y presionar a los regimenes poniéndolos ante la evidencia. Antes, las protestas se castran en su inicio y no logran convertirse en revoluciones. Las miles o millones de protestas que han habido en el planeta tierra durante el siglo XX han sido abortadas por el uso desmesurado de la fuerza sin que nadie se enterase de lo sucedido. Millones de personas han sido asesinadas por los ejércitos o por la policía y enterradas en fosas comunes. Ciudades enteras han sido aniquiladas bajo un silencio cómplice de las potencias internacionales. La opinión pública no se enteraba de lo sucedido porque la información no llega o tarda en llegar y cuando lo hace, ya era tarde. En África, Latinoamérica y en casi todo el mundo, miles de personas han sido sacrificadas por levantar su voz y atreverse a pedir algo de libertad y un poco de dignidad. Hoy, afortunadamente, las cosas han cambiado. Los jóvenes, van armados de sus móviles y graban cualquier suceso para enseñárselo al mundo. Los mismos manifestantes se están convirtiendo en corresponsales de muchas cadenas de televisión vía satélite.
Los jóvenes no necesitan pregoneros para llamar a las masas, no necesitan mensajeros para correr el riesgo de infiltrarse y llegar a las casas de los más comprometidos con la causa; no necesitan cruzar ríos y aldeas con el riesgo de ser descubiertos y peligrar sus vidas. Nada de esto necesitan los jóvenes en esta era digital, lo único que necesitan es su pantalla y una conexión a Internet. El resto lo hacen las redes sociales; facebook, twiter, youtube etc…. Y las masas llegan a la plaza con un mensaje único: Cambiar la situación cueste lo que cueste. La revolución  de la sociedad de la información ha contribuido positivamente en la evolución de las protestas en el mundo árabe y sobre todo en su organización antes de salir a las calles. Los jóvenes acuerdan sin verse las caras, los mensajes que deben llevar escritos en sus pancartas, los lemas que deben repetir en cada momento, e incluso los momentos de comienzo y de finalización de cada manifestación. Frente a esto, los mecanismos de los regímenes se sienten incapaces de operar con la misma eficacia del pasado. Son otros tiempos que corren y otros aires que soplan, otros instrumentos que se usan y otras maneras de luchar contra las tiranías.
Esta era digital augura el nacimiento de un nuevo hombre, una nueva civilización, un nuevo enfoque para nuestras relaciones humanas. La era de la información está facilitando al ser humano la oportunidad de realizarse fuera de todo tipo de presión y tutela por parte de partidos u organizaciones de cualquier tipo. La libertad que tienen los jóvenes fuera de estas instituciones les permite expresarse de forma ilimitada.

Una revolución que no necesita modelos de democracia importados y contaminados

La exportación de los valores se está convirtiendo en un fin propagandístico de los países occidentales. En realidad, los valores universales de democracia, de las libertades y del respeto de los derechos humanos no son patrimonio de nadie y no hace falta exportarlos sino reconocerlos y llevarlos a la práctica creyendo en ellos. Es probable exportar experiencias democráticas pero nunca los valores que son patrimonio de todo el mundo. En su viaje relámpago a Túnez después de la caída del régimen de Ben Ali, el presidente Zapatero mostró su entusiasmo por ayudar a sus homólogos tunecinos para exportarles la experiencia democrática española.

Durante las tres últimas décadas, España se ha convertido en una referencia mundial por su modelo democrático y sobre todo por su boom económico. El temprano ingreso de España en la CEE y el siguiente desarrollo económico del país, tapó las deficiencias políticas de su modelo democrático que fue considerado como un ejemplo a seguir durante todo el último tercio del siglo XX.
Hoy, todos nos hemos dado cuenta que nada es perfecto. El modelo democrático español sobrevivió porque detrás estuvo una economía que anduvo a pasos satisfactorios para todo el mundo, pero sobre todo para el pueblo llano que tuvo la oportunidad de creer, en algún momento, que su riqueza está rozando la verdad. La política ya no interesa a la inmensa mayoría de los españoles. No hay debates políticos entre los estudiantes como antaño, no hay debates políticos serios incluso en los medios de comunicación. Todo giraba alrededor del consumo, del poder adquisitivo de las familias, de la satisfacción de las personas que llegaban a fin de mes relajados y con el horizonte apto a mejorar, Todo esto se esfuma con la llegada de la crisis: ni los ricos lo eran de verdad, ni el horizonte era tan bueno como se pintaba. España entra en el abismo y sus ciudadanos se encuentran de nuevo ante una realidad difícil de digerir. Cinco millones de parados, y un sinfín de familias hipotecadas hasta el cuello y sin poder dar respuestas a sus deudas. Es en este ambiente, cuando el español vuelve a cuestionar su modelo político, es ahora cuando se despierta y ve la realidad de otro color totalmente distinto. ¿Falla la economía porque el modelo político es deficiente?  Probablemente, el modelo político no tiene toda la culpa de todo lo que está pasando en España, pero sí tiene una parte de esta culpa, una parte importante si queremos ser más justos. Voy a citar solo un par de ejemplos para demostrar dicha deficiencia que puede ser importante en nuestro análisis. La ley de partidos abarca un enorme desajuste que se debe revisar para acercar la ciudadanía a la política y por lo tanto a la participación real y activa en el juego político. Las listas cerradas que mantienen y defienden los partidos políticos, es una manera dictatorial de gestionar la política en este país, es una manera de mantener a los caciques y los hidalgos en la elite política en detrimento del resto de los ciudadanos que sólo los necesitan para ser unos meros simpatizantes que paguen sus cuotas y engordar así la hucha del partido, echar correctamente la papeleta cada cuatro años y llenar los meeting para arropar a sus impostores. Con esta ley de partidos, el presidente Obama no llega a ser ni un mero concejal de pueblo en este país. Otro ejemplo que despierta malestar entre las masas, es la duplicidad de las administraciones; Estado, Comunidades Autónomas, Corporaciones Locales y Diputaciones Provinciales, todos necesitan hacer algo y todos necesitan dinero para gastar y mantener la maquinaria del funcionariado y de los innumerables puestos creados por políticos para satisfacer  a los suyos, a los de su partido. Derroche de recursos, duplicidad de proyectos y una improvisación que confunde al ciudadano y le aleja de la política y de sus representantes porque no se identifica con ellos y no comparte sus modales. No es sensato que el ayuntamiento de Madrid, con su alcalde y sus veintiún concejales cobren más dinero que todo el gobierno de la Nación. Cada concejal goza de un par de secretarias, de un chofer, de guardaespaldas, de un coche oficial, amén de los gastos de sus actividades. El Alcalde Alberto Ruiz Gallardón cobra más que el presidente Zapatero, alrededor de unos veinte mil euros más cada año.
Frente a este panorama, los países árabes no necesitan importar experiencias que están mostrando su fracaso. Los tunecinos, los egipcios o los marroquíes, deben desarrollar sus propias experiencias democráticas, experiencias que tengan en cuenta los factores culturales, étnicos, religiosos y de cualquier otro índole para que todo el mundo se sienta representado y formar parte del juego dentro de un marco constitucional consensuado y votado por el pueblo. Los países árabes no necesitan caer en los mismos errores de la democracia española que se está cuestionando por miles de sus ciudadanos que están llenando las plazas reivindicando una democracia real. Ni Egipto ni Túnez necesitan la Artzantza, ni los Mossos D´esquadra, ni mucho menos diecisiete modelos educativos, ni un alcalde de El Cairo que cobre más que el presidente de la República. En el mundo árabe se necesita coherencia y paciencia para aprovechar de los errores de las demás experiencias, para no repetirlas ciegamente y combinar visiones que puedan generar unas experiencias nuevas, que sean la suma de muchas experiencias juntas: España, Brasil, Turquía, Sudáfrica et…. Este es el reto de estas revoluciones que han logrado echar a sus tiranos y ahora les queda pendiente la asignatura de constituirse como democracias para abrirse al mundo y ser ellos mismos.
El modelo político de democracia en España, fue diseñado para cumplir una función y la cumplió a la perfección: Enderezar al país en un camino democrático y alejarlo de las divisiones ideológicas y partidistas que no se apagaron desde la guerra civil. Un modelo hecho para llevar a cabo una transición política y social que meta a España en Europa: en la Comunidad Económica Europea, en la OTAN y demás organismos internacionales. El fruto no tardó en llegar: España se convierte en organizadora del Mundial del año 82, ingresa en la CEE en el año 86, organiza la Expo 92 y España sale de su complejo de aquel dicho “ que Europa acaba en los pirineos”. Hoy este modelo se ve anticuado y sin sentido en una sociedad que necesita una participación real en la política. Los indignados son cada vez más en las calles, y muchos intelectuales contemplan la necesidad de romper este modelo para dar cabida a más participación política en las distintas esferas de la administración del país.
Puede que este modelo, se haya visto contaminado con el transcurso del tiempo. Contaminación política que viene con las divisiones territoriales y la duplicidad de las administraciones. Luego la transferencia de las competencias a los gobiernos regionales, que dejan al desnudo al gobierno de la nación. Errores de un modelo a priori, que ofrece ventajas para el autogobierno, pero que no mantiene la cohesión y la unidad de un país y mucho menos la solidaridad entre sus regiones. Las tres competencias transferidas a los gobiernos autonómicos, seguridad, educación y sanidad son, a mi entender, las que han contaminado el ambiente político en España y le minaron de tantos peligros que atentan contra el propio Estado. ¿Qué autoridad tiene un ministro de Educación sobre los consejeros de educación en las autonomías gobernadas por el partido rival?  Ninguna. Por esto, los ministros de educación, esquivan cualquier encuentro con los responsables de educación en las diecisiete autonomías. Semejante destino tienen los responsables de seguridad, de sanidad etc.
Este modelo contaminado por los errores cometidos a lo largo de los años de la transición, se convierte en el punto de mira de los jóvenes que salen, por doquier, a las calles reivindicando, otra manera de gobernar y otro modelo de convivencia en este país. A muchos, les parece incorrecta o incluso inadecuada la manera de reivindicar y de manifestarse, acampando en el centro de la capital del país. Podemos estar de acuerdo o no en las maneras - por cierto, no veo otra manera de hacerlo, además los jóvenes no se meten con nadie ni atentan contra nadie por mucho que cuentan algunos- pero la esencia de la cuestión sigue allí. Se trata de un ambiente contaminado y necesita ser tratado con máxima prudencia e inteligencia para mejorar el modelo sin causar daños a la sociedad y a sus componentes.
Un modelo acabado y contaminado no puede ser exportado a ninguna parte. Ni a Túnez ni a Cuba. Un modelo contaminado, es una calamidad allá donde se instala, porque no es de recibo que un ministro tunecino de educación por ejemplo, sea incapaz de poner orden en materia de educación en su país, o las banderas regionales priman sobre la nacional, o que un medico no te cura porque eres de otra región, o un mosso no colabora con un policía nacional: total reinos de taifas.
Los gobiernos occidentales suelen permitir la exportación de material usado a otros países; autobuses, locomotoras y motores que la normativa europea prohíbe su circulación en la zona euro por tener exceso de CO2: Vender cualquier producto mientras no contamine en casa, no importan las consecuencias allá donde se venden mientras se le saca provecho al producto. También quieren exportar modelos contaminados cueste lo que cueste el daño que puedan causar en las sociedades receptoras. Es hora de darse cuenta del peligro de consumir cualquier producto contaminado. Los daños pueden ser irreparables, sobre todo, cuando se trata de una contaminación social y política, capaz de llevar a la deriva la convivencia en las sociedades plurilingüistas y multirraciales como la norteafricana. Es recomendable pues, no consumir lo ofrecido antes de comprobar su valía.


Dr. Hassan Arabi: Escritor y Vicepresidente de la Fundación CINCI (Centro de Estudios sobre la Nueva Civilización)

 
 
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